Hoy toca de nuevo venir al tratamiento. Hasta el mes de junio próximo he de seguir viniendo cada veintiún días.
Estamos entrando a Madrid, el cielo por fin ha decidido regalarnos lluvia y los accesos están colapsados. Avanzamos muy despacio, pero me encuentro tranquila, sé que llegaremos a tiempo al hospital.
Es un día gris, pero a mí me gusta, ha refrescado y ahora si parece que estamos en otoño.
Las nubes encapotan el cielo de la ciudad cubriéndolo de tonos grises y las puntas de los rascacielos rozan las nubes, como acariciando sus barrigas.
Una ciudad enorme que se despliega a ambos lados de la carretera.Ciudad llena de vida, de gente, de coches y hoy de lluvia.
Ciudad en la que viví muchos años, en la que uno pasa inadvertido, es libre de ir y de venir. En la que siempre hay cosas que ver y qué hacer. Urbe que no duerme, que siempre permanece alerta. Que espera y te desespera. A la que puedes amar y odiar a la vez.
Esa ciudad en la que me gusta vivir y a la que prometo volver, de momento los fines de semana y después para siempre.
Paula Cruz Gutiérrez.