Un día tal como hoy hace un año, en la misma cama del hospital se producían dos batallas muy distintas.
Por un lado, estaban los equipos médicos y de enfermería luchando por encontrar el antibiótico que me sacase del paro multiorgánico que sufría debido a la peritonitis. El fallo renal había provocado que mi cuerpo estuviese hinchado a causa de los fluidos y el único órgano que seguía funcionando era el corazón. Como pocas personas sobreviven a ésta situación, los médicos le comunicaron a mis familiares que era cuestión de horas que yo falleciera.
Pero hubo suerte y tras recibir el cultivo que esperaban dieron con el ansiado antibiótico, lo que me hizo remontar.
Por otro lado me encontraba yo, totalmente ajena a todo lo que ocurría a mi alrededor porque mi mente libraba su propia batalla. En el mismo momento en el que entré en la uci, mi mente empezó a funcionar de manera automática debido a la cirugía y a la fuerte medicación que me estaban administrando.
Mi odisea particular comienza así: “Es la noche de nochebuena y he desaparecido, cuando mi familia vea que no voy a cenar comenzarán a buscarme…”
Durante todo el tiempo que estuve sedada e incluso algunos días después de haberme despertado, seguí con mis pesadillas. Sin saber cómo había terminado la noche de nochebuena en una clínica clandestina donde experimentaban con antibióticos. Todo aquel que entraba ya no salía. Cuando me retiraron la sedación y me desperté yo no me enteré, porque yo nunca fui consciente ha estar dormida. Esa semana dio la casualidad de que fue una semana nefasta en la uci, cada día fallecían uno o dos personas y como yo no sabía dónde estaba, seguía pensando que estaba en la otra clínica) todo mi afán era salir de allí, por eso cuando llegaba mi familia yo sólo quería que me llevasen a casa. Tan sólo veía morir a gente y yo no quería ser uno de ellos.
Aunque no me moviera de mi cama en aquella sala, tuve la sensación de haber estado en varios lugares distintos, primero en una casa baja del centro de Madrid, después en un local amplio de techos muy altos, donde estaban colocadas las camas, a continuación en una especie de carpa, luego en la misma sala que estaba pero decorada como si fuese una selva tropical. Otro día la sala se había convertido en la planta baja de una vivienda y como no había sitio, mi cama estaba en el pasillo que daba a la cochera y el último que recuerdo es estar en una sala decorada como si fuese el interior de un tren.
Tuve compañeros adultos y niños, incluso bebés a los que una enfermera les daba el biberón y los duchaba en el box al lado del mio. Aunque todo ésto no fuese posible porque estaba en una uci sólo de adultos.
Hay gente que opina que cuando un enfermo está sedado no se entera de nada, no estoy de acuerdo. Yo nunca había visto a los miembros de la uci y muchos de sus rostros formaron parte de mis pesadillas, al menos uno de los médicos, dos enfermeras y tres enfermeros.
Fueron episodios terroríficos para mí, que me alteraban y me hacían luchar por salir de aquella situación y volver a casa.
En fín, afortunadamente ya pasó todo y ha transcurrido ya casi un año desde que volví a casa.
Este año la navidad está siendo completamente diferente.
Paula Cruz Gutiérrez.